La vida cristiana comienza con el nuevo nacimiento y, al igual que los bebés, el nuevo creyente tiene necesidades vitales y etapas de crecimiento. Necesita ser amado, nutrido y alimentado para crecer y establecerse como hijo de Dios. Afortunadamente, puede contar con la ayuda del Espíritu Santo y de la iglesia local, que juntos le ayudarán y responderán a sus necesidades.

En el momento del nuevo nacimiento, el nuevo creyente ya cuenta con el apoyo de tres elementos importantes.

En primer lugar, se beneficia de la redención en Jesucristo, que le da una nueva identidad, a diferencia de lo que se experimentaba antes. El nuevo creyente es ahora hijo de Dios (Romanos 8.16), justificado por la fe (Romanos 5.1), santificado (Efesios 2.19), glorificado (Colosenses 3.4), ciudadano del cielo (Filipenses 3.20), heredero de Dios (Gálatas 4.7) y más allá.

Al igual que un niño, aprenderá a dar sus primeros pasos bajo la mirada de Dios y de la Iglesia. A través de su caminar, tendrá el privilegio de experimentar aún más la gracia de Dios, sufrirá caídas, pero su Padre Celestial tomará su mano y no será derribado (Salmo 37.24).

No caminará según el consejo de los malvados (Salmo 1:1), sino que pondrá sus pasos en las huellas de Jesús, que es el verdadero camino (Juan 14:6). se levantará para caminar por el llamado camino santo (Isaías 35:8) sin mover los antiguos mojones (Proverbios 23:10) usando la Palabra de Dios como luz en su camino (Salmo 119:105).

Atención al crecimiento de la fe

Recuerda que la FE es un regalo de Dios. No es de nuestro intelecto o de nuestra capacidad de hacer que viene la fe. Entonces puedes rezar y pedir a Dios que aumente tu fe, puesto que ya crees (Marcos 9:23-24).

1. meditar en la palabra de Dios

Como cristiano, debes leer y meditar en la Palabra de Dios cada día que Dios te da. A través de la Palabra meditada, Dios te habla, te comunica sus pensamientos. 

Dios también te visita y se te revela. La Palabra de Dios alimentará tu alma, la fortalecerá, la animará y la vigorizará. Al igual que cuidas tu cuerpo y lo alimentas, es aún más importante que cuides también tu alma. 

Así crecerás en el conocimiento de Dios por su palabra y crecerá tu fe. El Señor también nos exhorta sobre este tema en Mateo 4:4 - "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de la boca de Dios".

2. Poner en práctica la Palabra de Dios

Meditar en las Sagradas Escrituras es bueno, pero poner en práctica lo que Dios dice es aún mejor.

Ante un reto, por ejemplo, siempre tienes una promesa de Dios. Una palabra adecuada de Dios te acompañará, captúrala y ponla en práctica. Los desafíos como las pruebas en la vida son situaciones que pueden ayudarte a experimentar la palabra de Dios y a crecer en tu fe.

3. Una vida de oración constante

Tener una vida de oración constante y regular. Agradece a tu Creador. Bendícelo en todo momento, en todo lugar y en toda circunstancia. Acostúmbrate a alabar a Dios porque Él se invita a sí mismo en medio de la adoración. 

Haz del Espíritu Santo tu mejor aliado y fiel consejero. Acostúmbrate a buscar el rostro de Dios en el silencio y el recogimiento, "uno a uno con Dios en la intimidad de su infinito amor por ti". Desarrollar la confianza en Dios y en su palabra. 

Confía todo a Él, hazle preguntas si es necesario. Tiene mucho que ofrecerte, pero sé fiel y paciente en su presencia, Dios te sorprenderá en el momento inesperado y tu fe crecerá aún más.

4. Miedo y obediencia

Conocer la voluntad de Dios y sus prioridades nos permite servirle mejor con temor y obediencia. Tienes el favor de Dios si practicas la obediencia. Salmos 103:13 "Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece Yahveh de los que le temen".