La capacidad de leer y escribir, más que una habilidad humana, debe ser vista como una especie de don, una oportunidad dada por Dios para que podamos absorber el conocimiento tanto de los hombres como de Su palabra, que proviene de los textos bíblicos. No podemos subestimar esta capacidad, ni tener prejuicios contra nuestras hermanas y hermanos que, como consecuencia de una vida dura, no han tenido la oportunidad de alfabetizarse.