El final del año en curso y el comienzo del nuevo es siempre una oportunidad para evaluar y reflexionar sobre lo que fue y lo que podría ser. Aunque los buenos propósitos suelen acabar desvaneciéndose rápidamente cuando nos alejamos de las vacaciones y volvemos a nuestra vida cotidiana, este tipo de consideraciones pueden ser el punto de partida de un viaje de crecimiento y mejora personal. En este contexto puede entenderse también el deseo de descubrir cómo redescubrir la fe perdida, o simplemente abandonada.

Al final, ¿cómo recuperar la fe?

Los períodos de incertidumbre y preocupación son comunes a todos los hombres y mujeres. La propia vida que llevamos parece hecha a propósito para inyectar la duda en lo que, de niños, nos parecía simplemente verdadero, absoluto, indubitable. 

Es fácil encontrar a Dios en todo, sentirse cerca de él, protegido por su abrazo, reconocerlo y encontrarlo no sólo en los sacramentos y en el Evangelio, sino también en nuestros seres queridos, en el amor de nuestros padres, en las pequeñas y grandes cosas de la vida cotidiana. ¡Sería tan hermoso poder mantener esta misma certeza, esta fe pura y absoluta!

Cuando crecemos, perdemos esa frescura, esa espontaneidad. Las vicisitudes de la vida nos ponen a prueba y no siempre es fácil mantener intacta nuestra confianza en Dios, el sentimiento de pertenencia a Él que nos hacía sentir seguros, protegidos. Por el contrario, a veces son precisamente los acontecimientos de la vida los que nos alejan de Dios, los que facilitan que nuestra fe se tambalee hasta hacerla débil, inconsistente.

Es normal. La fe, por su propia naturaleza, no es algo inmutable, sino que está en constante cambio. Crece y madura con nosotros, acompañando nuestro desarrollo interior, adaptándose a nuestros cambios, reaccionando a lo que nos molesta o nos exalta, sufriendo con nuestros errores y vicios. 

Al igual que una planta, hay que nutrirla, apoyándola con los nutrientes adecuados, enderezándola si es necesario, aprovechando la experiencia y los conocimientos de grandes hombres y mujeres que han investigado la mente y han sacado lo mejor de ella.

Recuperar la fe en Dios

¿Cuáles son entonces las herramientas para redescubrir la fe? No hay una receta universal, cada uno debe buscar en su interior, encontrar su propio camino, su propio tiempo.

Las herramientas que le proponemos son enfoques posibles y eficaces para todos nosotros.

El rezo del Santo Rosario

O, más generalmente, la oración. La oración es nuestra manera de hablar con Dios, de ponernos en contacto y acercarnos a Él. El rezo del Santo Rosario, en particular, con sus oraciones y fórmulas, permite al creyente sumergirse en una especie de meditación que favorece el alejamiento del contexto real y la concentración total en su diálogo con el Altísimo.

Además, el Santo Rosario contiene las promesas de María para los que lo recitan, y esto lo hace más eficaz y agradable a Dios. Dedicar, aunque sea unos minutos al día, a la oración o al Santo Rosario es, sin duda, un punto de partida importante para quienes desean recuperar o fortalecer su fe.

Cómo y por qué superar sus adicciones

La búsqueda de la fe parte de un trabajo de autoconocimiento. Nos adentramos en nosotros mismos, alejándonos de nuestra rutina diaria, reclamando un momento de soledad y silencio. Sólo así podemos encontrar las condiciones necesarias para reflexionar profunda y conscientemente sobre nuestra vida. 

Y una de las realizaciones más importantes será sin duda la relativa a nuestros vicios. Reconocer los propios vicios es el punto de partida fundamental para corregir comportamientos y hábitos. Los vicios son la práctica del mal más común y extendida que preocupa y une a la mayoría de los seres humanos. Son hábitos generalmente destinados a satisfacer una necesidad o un deseo, que se arraigan tanto en la mente humana que se convierten, en un momento dado, en imprescindibles.

Como cualquier otra forma de esclavitud que distrae al alma de lo que es verdaderamente importante, nuestras adicciones son muy desagradables para Dios. Trabajar para erradicarlos de nuestro ser es, por tanto, una de las acciones más importantes que podemos emprender en el camino para recuperar la fe. 

Pero, ¿cómo se combaten los vicios? En primer lugar, hay que reconocerlos, admitirlos, como para una adicción morbosa. Entonces debemos ejercitar la fuerza de voluntad para huir de las ocasiones de perpetuar nuestros vicios y desviar nuestro corazón y nuestra mente.

En este proceso, la oración puede ayudarnos de nuevo, sin duda, porque sólo con la ayuda de Dios podemos esperar liberarnos de nuestras propias limitaciones. Al fin y al cabo, todo el camino espiritual de un buen cristiano, desde el nacimiento hasta la muerte, debería consistir en seguir el modelo de Cristo y tratar de ceñirse a él lo más posible.