A empatía se define como la "capacidad de identificarse con los demás, de sentir lo que ellos sienten". Esta cualidad nos permite imaginar cómo sería estar en el lugar de la otra persona.

¿Por qué tenemos empatía, una cualidad que los humanos exhiben como ninguna otra especie? La Biblia explica que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza (Génesis 1:26). Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios en el sentido de que podemos reflejar su personalidad y, por tanto, imitar sus cualidades en cierta medida. Por lo tanto, cuando las personas muestran empatía al ayudar a los demás, reflejan la empatía de su compasivo Creador, Jehová (Proverbios 14:31).

Lo que la Biblia enseña sobre la empatía de Dios

Dios empatiza con nosotros y odia vernos sufrir. De los antiguos israelitas, que soportaron la dura esclavitud en Egipto, seguida de 40 duros años en el desierto, la Biblia dice: "En toda su angustia fue para él angustia" (Isaías 63:9). 

Obsérvese que Dios no sólo era consciente de su angustia: sentía su dolor. Dijo: "Conozco bien tus dolores" (Éxodo 3:7). Dios también dice: "Quien te toca, toca la niña de mis ojos" (Zacarías 2:8). Cuando otros nos causan dolor, Dios sufre con nosotros.

La Biblia nos asegura que, aunque nos condenemos o nos sintamos indignos de la empatía de Dios, "Dios es mayor que nuestros corazones y lo sabe todo" (Juan 3:19, 20). Dios nos conoce mejor que nosotros mismos. Él conoce perfectamente nuestra situación, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Tiene empatía con nosotros.

Podemos acudir a Dios en busca de consuelo, sabiduría y apoyo cuando acude en ayuda de los afligidos.

Dios nos observa, nos comprende y está con nosotros

¡Qué reconfortante es saber que Dios nos comprende y es solidario con nosotros! Pero entonces, ¿por qué hay tanto sufrimiento? ¿Es porque Dios nos castiga por nuestros errores? ¿Hará Dios algo para acabar con el sufrimiento? Los siguientes artículos responderán a estas preguntas.

Las Escrituras nos animan repetidamente a imitar a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo, Jesucristo. La empatía es, por tanto, una cualidad que debemos cultivar. ¿Cómo, después de todo? Hay básicamente tres formas de agudizar nuestra sensibilidad a las necesidades y sentimientos de los demás: escuchar, observar e imaginar.

Escuchemos. Escuchando atentamente, descubrimos los problemas de los demás. Y cuanto mejor escuchemos, más dispuestos estarán los demás a abrir su corazón y revelar sus sentimientos. 

Observemos. No todos hablan abiertamente de sus sentimientos o de su situación. Por otro lado, un buen observador se dará cuenta si un cristiano parece deprimido, si un adolescente se encierra en sí mismo o si un ministro cristiano entusiasta pierde el entusiasmo. 

Esta capacidad de detectar un problema a las primeras señales es esencial para los padres. "De un modo u otro, mi madre ya sabe cómo me siento antes de que hable con ella. Así que no tengo ninguna dificultad para confiarle mis problemas con toda sinceridad. 

Seamos imaginativos. La forma más eficaz de despertar nuestra empatía es preguntarnos: "Si yo estuviera en esa situación, ¿cómo me sentiría? ¿Cuál sería mi reacción? ¿Qué voy a necesitar?"

Los tres falsos consoladores de Job fueron incapaces de ponerse en su lugar. Por lo tanto, lo condenaron por pecados de los que suponían que era culpable.

A menudo es más fácil para los humanos imperfectos juzgar las faltas que considerar los sentimientos. Sin embargo, si hacemos todo lo posible por comprender la situación de alguien, nos compadeceremos en lugar de condenar. Juan, un anciano con experiencia, comentó: "Doy mucho mejor consejo cuando escucho con atención y trato de entender el panorama general antes de hacer sugerencias".