¡Saludos, hermanas y hermanos evangélicos!

La capacidad de leer y escribir, más que una habilidad humana, debe ser vista como una especie de don, una oportunidad dada por Dios para que podamos absorber el conocimiento tanto de los hombres como de Su palabra, que proviene de los textos bíblicos. No podemos subestimar esta capacidad, ni tener prejuicios contra nuestras hermanas y hermanos que, como consecuencia de una vida dura, no han tenido la oportunidad de alfabetizarse.

La lectura de la Biblia es necesaria, con la mayor frecuencia posible, en los momentos en que se puede hacer con calma y a conciencia, buscando reflexionar sobre la palabra de Dios, sobre las enseñanzas del Evangelio de Jesucristo y de todos los libros sagrados. No basta con mirar las palabras y leerlas, es necesario ir al encuentro de Jesucristo en la Biblia.

Para ello, todos los profetas de Dios y Jesucristo dejaron una herencia muy generosa: su experiencia no se expresa en códigos secretos, ni requiere una gran capacidad de interpretación para ser comprendida. Aunque, en el caso de Jesús, la parábola es la principal forma de transmitir la palabra de Dios, estas parábolas pueden leerse junto con el ejemplo de la propia vida de Jesús, narrada por sus Apóstoles en el Nuevo Testamento.

En otras palabras, la lectura de la Biblia es fácil, en la medida en que la conducta de Jesús y los profetas y los mensajes que querían transmitir son claros y evidentes. La palabra de Dios es explícita, clara, evidente, pero, al mismo tiempo, exige que el lector viva la verdad del Evangelio en sus actitudes cotidianas.

Por eso, la actitud de sentarse diariamente a leer la Biblia es quizá una de las grandes virtudes del cristiano evangélico. El conocimiento bíblico es un patrimonio del pueblo evangélico y por eso hay que cuidarlo con responsabilidad. 

Los evangélicos debemos cuidar que el ejercicio de la lectura de la Biblia no se haga con la intención de reforzar dogmas, prejuicios o interpretaciones alejadas de la experiencia de Jesús, sino que sea un ejercicio de vida, de manifestación de la fe en Cristo y en sus enseñanzas.

Otro punto importante para practicar la lectura diaria de la Biblia es reconocer las limitaciones físicas del lector. Así, una persona que no puede ver bien por una deficiencia visual congénita o adquirida debe buscar Biblias adaptadas para que pueda entender la palabra de Dios en su totalidad, ya sea mediante fuentes más grandes o incluso Biblias en braille, ya disponibles en el mercado.

Del mismo modo, las personas que aún están en proceso de alfabetización o tienen una alfabetización deficiente, como las que viven en zonas rurales remotas o los niños, deberían conocer una Biblia que evite el lenguaje en segunda persona del plural. Las Biblias que abusan del tú, son, etc, contienen la misma palabra divina que las que pretendían ser traducidas al portugués fácil.

Por otro lado, lamentablemente, hay Biblias con alteraciones, a menudo publicadas por iglesias o asociaciones que no se identifican con nuestra fe evangélica. Estas Biblias pueden confundirnos al incluir textos que nuestra fe no reconoce como procedentes de la legítima palabra de Dios. Busque las Biblias recomendadas por su pastor y sus hermanos en Cristo.

La característica sagrada de la Biblia debería ser, por sí misma, suficiente atractivo para que todo evangélico quisiera leerla diariamente. Sin embargo, Dios quiso que la Biblia no sólo fuera sagrada, sino también agradable de leer. Las experiencias de los hombres y mujeres allí descritas, que construyeron la fe cristiana, son hermosas, inspiradoras, maravillosas. Después de superar los desafíos de la interpretación y la lectura, el evangélico sólo puede sentir la emoción y la felicidad que llena su corazón en los servicios cuando lee el libro sagrado.

Ah, y en caso de que el acto de leer se dificulte por los quehaceres diarios, no se desanime, hay muchas opciones de aplicaciones que proporcionan contenido bíblico además de muchas biblias ya en audiolibro, para que pueda leer diariamente en el coche o en el transporte de camino a casa o al trabajo.

Lee la Biblia, vive la Biblia y, siempre que sea posible, hazlo a diario. No sólo porque Dios quiso que lo hiciéramos, sino principalmente porque aumentará significativamente nuestra vida.