Saludos hermanas y hermanos,

¿Qué es la verdadera riqueza? ¿Tener un coche del año, una casa con varias habitaciones, una empresa con muchos beneficios a final de año, viajar al extranjero, tener siempre el mejor teléfono móvil? ¿Esta riqueza material, esta prosperidad de bienes a través de su fe, está reservada a los evangélicos? ¿Deben los templos evangélicos estar bañados en oro para que se reconozca su valor? Trataremos estas cuestiones en este artículo, pero adelantemos una respuesta a todas estas preguntas: no. La riqueza material no es mala, pero el valor del verdadero evangélico no está en ella.

Para reflexionar sobre este tema debemos pensar siempre en nuestra vida y en lo que entendemos como la bendición de nuestro Señor Jesucristo. Cuando estamos enfermos, ¿tener el coche del año nos curará? Cuando nuestros hijos están deprimidos, ¿una mansión devolverá la luz a sus ojos infantiles? Por supuesto, la respuesta a estas preguntas también es no. Un coche rápido puede llevarte al hospital, una mansión puede llenar nuestros ojos y traernos una alegría momentánea, pero la cura para la enfermedad y la depresión está en Jesús y no en las cosas materiales.

Ser rico significa tener salud, fuerza para trabajar, tener buenas personas a nuestro lado, poder divertirse, vivir con fe en Cristo todos los días de nuestra vida. Ser rico es tener la oportunidad, incluso después de cometer pecados que ni siquiera podemos perdonar nosotros mismos, de recibir el perdón de nuestros queridos hermanos y hermanas, de ser acogidos por nuestra iglesia y nuestra fe. Esa es la verdadera riqueza de un evangélico: vivir en una comunidad de amor.

Ante la realidad de que las posesiones materiales pueden alegrarnos, pero que la verdadera alegría está en otra parte, podemos rezar así:

"Señor Jesús de la bondad y la sabiduría infinita, concédeme a mí y a mi familia toda la prosperidad que merecemos, que ante las dificultades recibamos fuerza y valor, ante la enfermedad recibamos curación, ante el odio ejerzamos el amor, para que al final tengamos ante nosotros la verdadera riqueza, la de estar cada día a tu lado, a tu lado, Jesús. Concédeme sabiduría para que si tengo, además de esta riqueza divina, bienes materiales que me satisfagan a mí y a mi familia, que recuerde siempre que todo lo que tengo se lo debo a tu voluntad, Señor, y que no olvide nunca que parte de todo lo que tengo debe ser devuelto a ti y a los que creen de verdad en tu palabra. Amén".

La fe evangélica produce en la vida de las personas las mayores riquezas, acerca a los más afortunados, nos libra de la enfermedad y de la dolencia, más que cualquier seguro médico, más que el coche del año, más que una mansión con una televisión de infinitas pulgadas. Jesús era un hombre pobre que caminaba con ropas humildes, pero se convirtió en el rey de todos nosotros gracias a su lección de amor y humildad. Nuestros hermanos evangélicos no están de nuestro lado por el oro de nuestras prendas, sino por el verdadero tesoro que podemos llevar, que es la fe inquebrantable en nuestro Señor Jesucristo.