Nuestra sociedad parece estar dominada por el trabajo y empleoLa necesidad de trabajar, la utilidad del trabajo, las limitaciones y los dolores del trabajo, los riesgos de agotamiento. Hay que trabajar más, porque si no los que no trabajan corren el riesgo de no poder alimentar a los suyos.

Los que no trabajan están excluidos de la vida en sociedad, y no hay mayor exclusión que la del mundo del trabajo. Y al mismo tiempo, todos aspiramos a trabajar menos y el resto se describe más a menudo como "ganado". También existe esta idea del trabajo como fuente de realización, ya que ciertas profesiones son vistas y descritas como medios absolutamente esenciales de satisfacción personal/profesional. 

El trabajo y el empleo a través de la Biblia

Entonces, ¿qué nos dice la Biblia sobre este trabajo que se ha vuelto tan esencial en nuestras vidas? Evidentemente mucho, pero en realidad muy poco: si el trabajo ocupa un lugar importante en nuestras vidas, no podemos decir que sea así en la Biblia, al menos como tal. 

Esta relativa ausencia del trabajo en la Biblia puede hacernos pensar si el trabajo no se ha convertido en un verdadero poder que se apodera de nuestras vidas, sin que lo entendamos como tal. Pero quizás sea en realidad el signo de un poder real, apenas visible, pero tan presente que condiciona nuestras decisiones y nuestras aspiraciones.

Por supuesto, la Biblia nos habla a menudo de personajes que luchan con una actividad del orden del trabajo, pero el trabajo no es un dominio completo de la vida, casi separado, sino un telón de fondo de la vida. 

Ejemplos del Génesis

En Génesis 38, Judá, tras la muerte de su esposa Shoua, sube a Timmah para esquilar sus rebaños. En Génesis 38, los hermanos de José fueron a Siquem para apacentar los rebaños de su padre Jacob. Así, el hecho de dedicar tiempo al propio sustento aparece regularmente en la Biblia, pero no se visualiza como lo primero, sino que está en segundo lugar respecto a todo lo demás y a las relaciones entre los personajes. 

Incluso si a veces la subsistencia ya no está asegurada, lo que ocurre regularmente. Al final del Génesis, una nueva hambruna golpea a los hebreos, que parten para escapar del hambre en Egipto: los hijos de Jacob se encontrarán así con su hermano, convertido en ministro del faraón. Anteriormente, Abraham ya había realizado este viaje a Egipto por las mismas razones. En el libro de Rut, Nahemiah, su marido y sus dos hijos dejan su tierra en Israel para encontrar comida en la tierra de Moab, al otro lado del Jordán. 

Hay una brecha muy grande entre la lectura de la Biblia y la de los periódicos de hoy: en estos días, mucho parece basarse en la vida económica, en la pérdida de la producción de trigo o de aceite de girasol en Ucrania y estos temas acaban llenando el espacio hasta el punto de convertirse en un prisma fundamental a través del cual nos representamos lo que nos ocurre. Este no es el prisma de la Biblia, aunque la hambruna llevara a los hermanos de José a Egipto para encontrar comida allí. Pero eso no es lo más importante, eso no es lo que estamos llamados a pensar, esa no es nuestra condición de hijos de Dios.

El trabajo en la Creación (libro del Génesis)

En el principio fue Dios quien creó el mundo en 6 días y que cada día vio que era bueno y al séptimo día decidió parar, no para descansar sino para contemplar su creación. El primer relato de la creación (Génesis 1:1) evita la idea de obra de Dios: en el séptimo día, Dios interrumpe la obra que estaba realizando (traducción de la TOB): la creación es una obra y no un trabajo. 

En el segundo relato de la creación con Adán y Eva ("Génesis 2"), al principio todavía no hay trabajo: el hombre es colocado en un determinado jardín donde Dios hace brotar árboles de aspecto atractivo y buenos para la alimentación. El Jardín del Edén podía ser suficiente para alimentar a sus habitantes sin más esfuerzo que el de recoger sus frutos, excepto el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. 

Sin embargo, el hombre es colocado en el Jardín del Edén para guardarlo y cultivarlo. Estamos en el medio, Adán no está allí para trabajar la tierra, pero no está allí para no hacer nada, está puesto allí "para labrar y guardar" este jardín tan particular. ¿Para mantenerlo contra lo que pides? 

El texto queda sin respuesta en este pasaje (Génesis 2:15), pero también se puede imaginar que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, le representa para cuidar la creación. Pero también podemos escuchar una distinción entre labrar la tierra y trabajar para obtener alimentos. Así que hay formas buenas de ejercer la profesión y otras menos buenas.

Conclusión

En cualquier caso, la distancia entre el decálogo y lo que vivimos es tal que quizá debamos limitarnos a reflexionar sobre dos o tres ideas:

1. El trabajo tiene un lugar, un lugar real, ya que el decálogo nos invita a realizar todos nuestros trabajos durante seis días para dejar el séptimo para el descanso y el Señor. Lo que nos lleva al hecho de que el trabajo de la semana no es el trabajo en general, sino que tiene un propósito, que es hacer su trabajo. 

Por eso, cada uno debe reflexionar de manera concreta y personal sobre su trabajo: no estamos llamados a trabajar sin cesar, sino a realizar nuestro trabajo, como hizo Dios en el versículo 2 del Génesis: "En el séptimo día Dios terminó la obra que había hecho, en el séptimo día dejó de hacer toda la obra que estaba haciendo. 

2. En el séptimo día el trabajo se detiene, se consagra, la consagración es parte del trabajo, el trabajo está terminado. Espiritualmente, al comenzar nuestra semana, debemos preguntarnos cuál es nuestro trabajo de la semana, para que esté terminado, y no sea infinito, y así poder consagrarlo en el séptimo día al Señor. 

No, la vida no está esclavizada a trabajar en un flujo incesante que no controlamos, la Biblia nos llama firmemente a reflexionar y decidir nuestro trabajo para cada semana, para que este trabajo pueda ser completado y consagrado al Señor. 

3. El mandamiento tiene también grandes consecuencias para nuestra relación con los demás: en el día de reposo, no harás trabajar a tu siervo, ni al emigrante que esté en tus ciudades. También somos responsables de que los demás puedan tener este día de descanso. 

Aunque el trabajo ininterrumpido se ha convertido en una realidad en nuestro mundo, debemos tener siempre presente que el descanso semanal fue prescrito como uno de los diez mandamientos y que no debemos permanecer pasivos ante una situación insatisfactoria.